jueves, 14 de abril de 2016

El sofisticado arte de la relajación

      Para algunos es sencillo y natural; serenarse les ocurre con facilidad y de manera apropiada en los contextos correctos.
Otros sufren y luchan con sus patrones de sueño, o la inestabilidad de su sistema nervioso.

La verdad es que se puede llegar muy lejos aún teniendo problemas para relajarse. Pero cuando uno aprende a relajarse, se puede llegar muy profundo. Y profundidad, en este contexto, es paz. Y paz es felicidad.

El cuerpo tiende al equilibrio, pero es necesario dejarle tiempo y darle escucha para que pueda hacer su trabajo.

      Intento mantener la frustración a raya cuando trabajo, ignorando cualquier amago de sentirme responsable de lo que ocurre en las sesiones de yoga (privadas o colectivas).
Sin embargo, honestamente, sufro un poco cuando veo a alquien que le cuesta relajarse.
Y sé que esa persona quiere relajarse, por eso vino a la sesión. Pero su sistema nervioso no ha reconocido la seguridad y la protección, y la alerta sigue activa, a pesar de las buenas intenciones de todos.

      Afortunadamente esto se repara con bastante facilidad. Pero hay que estar dispuesto a hacer algunos cambios.
Sobre todo, perder el miedo, regalando nuestra confianza a estas fuerzas que nos rodean y también saben mucho del buen orden y las experiencias necesarias.

     Reconocer los aspectos divinos de nuestra vida mundana mejora el sistema nervioso. Si dejamos de sentirnos protagonistas de absolutamente todo, las cargas se reducen, y la exigencia interior amaina; le damos un respiro a nuestra vida.
Y la vida mejora su aroma.

Digo sí a la droga interior que da paz y es esa maravillosa fisiología que viene con nuestro cuerpo.
No solo tenemos un maravilloso y hermoso cuerpo, sino que viene con todo dentro; sus medicinas y sus venenos.

A más enfermedad y malestar, más veneno interior. Dado esto, mejor activar las medicinas y cerrar compuertas y puertas al estrés y la prisa.

Ya estamos aquí, lo más importante está hecho. 
Estar vivos es un milagro.
Ahora, a disfrutarlo, bailarlo, reirlo, cantarlo y contarlo.

Parar y mirar el paisaje cura y relaja. 
De vez en cuando pisad el freno y mirad por la ventana ¡qué hermosas vistas!