viernes, 23 de noviembre de 2012

Luceros en la vida cotidiana

Existe una idea de que el yoga es un camino tortuoso y de esfuerzo que nos llevará, tras mucho mucho trabajo, a sentirnos mejor, en sintonía y liberados.
Para mi el yoga es una amalgama de conocimiento, inasible, y de ese vasto conjunto de técnicas y filosofía podemos, con poco esfuerzo, y bastante consciencia, hacer nuestro día a día más hermoso y sano. 

Así que, aunque a veces malinterpretada, sí hay una realidad de esfuerzo. Pero es mental. El esfuerzo de estar dispuestos a cambiar, a salir de nuestra zona de seguridad, a despertar.

El propósito último del yoga sí es la iluminación. Pero desde el principio, incluso al marcarnos esa intención (no es mi caso en esta vida, quizás demasiado poco ambiciosa), podemos entrar en contacto directo con momentos de felicidad y sentido (que en realidad son también momentos iluminados, pero con menos luces y menos duraderas).

¿Acaso no podemos ser hoy mismo yoga? ¿habrá que esperar mil años a la postura perfecta, la respiración dominada y la mente en calma como el fondo del océano?

Cada minuto de mi vida cotidiana (os aseguro que hay mucho de cotidiano y poco  de comtemplación) me demuestra que mi yoga (no posesión, sino propósito) para mi está funcionando.
Leí una vez una entrevista a una profesora que me inspiró; siento no recordar su nombre, porque le debo mucho. Ella decía "Si tus relaciones han mejorado, entonces tu yoga está funcionando".
Para mi la interpretación es clara. Las relaciones se rigen fundamentalmente por el ego-mente (tú, yo, los otros...). Es por ello que a veces están cargadas de conflicto, malestar, dudas, inseguridades. Es hermoso detectar cuándo éstos surgen, y así dirigir la mirada hacia la mente-ego en vez de hacia el otro o la circunstancia en sí. Suele ser productivo obviar el análisis mental y volver a las sensaciones del cuerpo, al rumor suave del alma. Es así como mejoramos nuestras relaciones y suavizamos la dominancia del ego en el habitat de ser. Podemos así recordar y ver, en el otro , el yo y el tú, todo unido.



Te quiero hacer llegar una sincera enhorabuena si eres capaz de hacer posturas o técnicas de respiración que antes no hacías, demostrando así que una parte del yoga es ir de un sitio a otro.
Sin embargo, si no eres capaz de perdonar, de sonreir a un desconocido, de regalar tu tiempo para hacer el de otro más vivible, de ir despacio aunque todos corran, de hacerte cargo de tu cuota de responsabilidad en este mundo, de amar y honrar a tu tribu... tu yoga se está quedando corto ¡hay que alargarlo!

También puede ocurrir que en la búsqueda de paz personal malinterpretemos el verdadero propósito de la vida. En esencia, la persona es el espacio pequeño en el que habitamos, y el mundo es el espacio inmenso que compartimos y somos.
Así, pues, agranda tu mirada, tu percepción de tu presencia ¡y conviertete en un firmamento de estrellas! ¿crees que las estrellas se comparan, lloran porque se extinguen, vitorean su luz radiante? Las estrellas, nacen, dan su máxima luz, y se mueren. Si tu yoga funciona, cada día te parecerás más a una estrella, y quedarás fundido en el firmamento.

Hablando de iluminación, hemos acabado hablando de bombillas.
¿Qué haces tú en tu vida cotidiana para dar tu máxima luz? No hace falta ser un halógeno, quizás hoy puedas ser de bajo consumo ¡pero no te apagues!

Gracias a todos, luceritos.