Le dedico muchas horas a estudiar y trabajar sobre el sistema nervioso, el propio y el de los demás.
Después de diez años enseñando, lo único que me interesa cuando doy una clase es saber que la persona o personas que estaban recibiendo esa práctica salen habiendo dado un pasito más hacia la madurez y el equilibrio de su sistema nervioso.
Creo que un sistema nervioso sano asegura la salud mental, física y emocional.
La respuesta de estrés, como cultura y generación actual, está sellada de tal manera en nuestros circuitos que una discusión cotidiana puede activarla de manera insospechada.
En general celebro una vida familiar placentera y de contenido profundo, con natural inclinación por la alegría. Pero, desde luego, celebramos momentos de desencuentro en los cuales no nos vemos con la mirada clara, ni nos escuchamos de manera nítida.
Hoy estaba en uno de esos momentos con Jose. Sentía como mi frustración iba creciendo, veía la cantidad de energía que estábamos gastando en explicarnos las inexplicables emociones de ofensa o molestia.
Siempre me acuerdo del cuerpo-dolor de Eckhart Tolle en estos casos. Explica muy bien cómo un comentario desafortunado puede despertar una cadena de reacciones emocionales desproporcionadas, porque se conecta el evento con algo traumático del pasado.
En ese lugar estaba yo, seguro. Sospecho que ambos. Y entonces le he dicho a Jose "No puedo seguir hablando, ahora mismo siento que lo único que puedo hacer es romper una puerta o salir corriendo para siempre".
Al escucharme me ha parecido una barbaridad. Entonces me he ido al baño y he tenido un momento de muchísima claridad. "¡Claro! Estoy nadando en adrenalina y cortisol, mi cuerpo lo único que sabe hacer con esto es lucharlo o correrlo"...
Entonces, ya no me he sentido tan bruta, ni tan torpe, ni tan inútil...
Me he dado cuenta de que el baño bioquímico era insostenible para mi sistema, y se estaba expresando lo único que se podía.
El reto es ¿qué hacer en estos casos?
Para mi, hoy, escribir este post ha sido de gran ayuda.
Mis manos corrían por el teclado, y he golpeado la puerta de mi corazón.
Aún así ¡ahora mismo me echaba una carrerita por el bosque!
La siguiente vez... sigo sin saber qué haré...
Dejaré las zapatillas a mano...