Durante estos últimos días de Agosto puedo sentir cómo la isla ralentiza su respiración. O quizás soy yo la que lo hace.
Hasta ahora he tenido una temporada excepcionalmente equilibrada. Estoy muy agradecida de que he llevado una agenda sin excesos y aún así he tenido la fortuna de observar y compartir mi enseñanza con tanta gente de diferentes lugares y ambientes diversos. En esta época del año doy clases privadas y grupales a un público internacional que me ofrece un paisaje muy heterogéneo, más allá de mi tranquila e íntima vida rural.
Fuera de la temporada turística mi paisaje es más homogéneo ya que me sumerjo en las clases regulares aquí y mis viajes a la península para enseñar. Ambas temporadas ofrecen lugares interesantes para el descubrimiento, pero los contrastes del verano me dan información muy especial y extraordinaria que me ayuda mucho para mi vida personal y mi trabajo.
Cuando era más joven y estudiaba Sociología no tenía claridad respecto al origen de mi interés en el comportamiento humano. Mientras diseñaba moda no tenía idea de por qué había aterrizado con un ánimo tan natural en el campo de la creatividad, pues mi inclinación empresarial era más hacia la organización y la gestión.
Ahora sé por qué todas estas cosas ocurrieron; necesitaba la habilidad de la observación tanto como el talento de la creatividad para ser una buena profesora (la profesión de mi corazón). Dicen que nunca sabemos por qué hacemos las cosas que hacemos pero que cuando miramos hacia atrás perfectamente entendemos el hilo conductor de nuestras acciones. Desde luego este ha sido mi caso. Y espero poder en el futuro entender por qué me embarco hoy en las aventuras que elijo.
Creo que la observación es la herramienta más valiosa para la investigación y la indagación. En este tiempo de observar la vida a través de tantos alumnos he podido validar algunas de mis intuiciones. Yo no recojo datos de manera ortodoxa, pero quedan registrados interiormente de manera que me aportan sentido. Asumo que mis filtros personales son parte de la ecuación de mis conclusiones así que quiero compartir esto como opiniones, no como ciencia comprobada.
He estado observando de qué manera nuestras experiencias están reguladas por el nivel de apertura que aportamos. Apertura en este contexto se refiere a nuestra habilidad para mantener una buena distancia entre nuestras ideas preconcebidas o memorias personales y lo que la vida nos está ofreciendo en ese momento. La apertura es incluso más que esto. Es un tipo de frescura e inocencia; nuestra habilidad para extraer lo mejor de cada situación, abriéndonos a la riqueza, revelación, descubrimiento y aprendizaje que nos aporta.
Lo primero que un profesor de cualquier disciplina puede hacer es ayudar a los estudiantes a estar en este ánimo de apertura y curiosidad. ¿Cómo hacerlo? Desde mi experiencia creo que ayuda mucho ofrecer el conocimiento sin hacerlo demasiado exclusivo o estricto, invitando a los alumnos a que siempre se tengan a si mismos como referencia a la hora validar conocimientos. Creo que la apertura está relacionada con tener una sensación interna de libertad y elección.
Por ello, las personas que se sienten víctimas del mundo y tienden a ver drama en todas partes suelen tener más dificultad para experimentar apertura porque no se sienten libres. Por otro lado, las personas que saben que participan de manera activa en su realidad personal tienden a ser más abiertas.
¡No es difícil adivinar quiénes disfrutan más de los desafíos de la vida y aprenden más rápido!
Algo bueno que debemos saber es que nuestras personalidadesno son programas estancados, son experiencias dinámicasde comportamiento, pensamiento, hábito y emoción. Y pueden ser recreadas y refinadas a través de nuestro interés y voluntad de hacer un cambio, sea grande o pequeño.
Con estas observaciones he confirmado que si queremos aumentar nuestra destreza en el movimiento es mucho más eficiente dirigirnos primero a la educación de la atención y la actitud. Cuando adiestramos la mente a través de nuestra atención el cuerpo naturalmente se dirige hacia paisajes más saludables e integrados.
Como conclusión, necesitamos saber si queremos ver la vida como un lugar lleno de tormentas (drama, miedo y pérdida) o queremos verla como una experiencia en la cual podemos expresar nuestra pasión y apertura. Con esta decisión definimos toda nuestra experiencia vital, pues elegimos si vivimos con propósito y un poco de riesgo, o vivimos indefinidos y sin riesgos. ¿Cuál es nuestra elección como estudiantes y profesores?
Ilustración: www.agathebb.com