Escribí este artículo para la colaboración entre la revista Universo Holístico y la plataforma online Gaia.com. Al final del artículo encontraréis un vínculo para ver de manera gratuita una clase que grabé hace varios años para el canal de yoga Aomm.tv (ahora Gaia.com).
Espero que disfrutéis el artículo y la clase.
Espero que disfrutéis el artículo y la clase.
MEDITACIÓN EN MOVIMIENTO
“Eso de meditar suena genial ¿verdad? Y además dicen que va muy bien...Los estudios científicos le otorgan muchos beneficios... Pero, es un poco solemne y serio ¿no? Eso de sentarse, cerrar los ojos, quedarse quieto y observar ¿el qué?... No sé... Quizás es difícil, o aburrido...Yo no valgo, soy muy inquieto... El caso es que me vendría bien... Pero no sabría por dónde empezar...”
Este es un extracto de una conversación típica cuando surge el tema de la meditación en un entorno de personas que nunca la han practicado. Y es normal, cuando no tenemos experiencia directa de algo, es muy fácil caer en ideas preconcebidas y juzgar por las apariencias.
Cuando escuchamos hablar de meditación puede que imaginemos a una persona sentada con los ojos cerrados y semblante de serenidad ¡qué imagen tan idílica! Y tan lejana a la vez... La realidad es que todas las personas que se sientan a meditar saben perfectamente que no siempre es cómodo ni fácil pero que los beneficios que aporta bien merecen el esfuerzo. Con el tiempo, la meditación se convierte en un lugar de descanso. Pero esto lleva práctica y paciencia.
Me interesa mucho llegar a las personas que les gustaría introducirse en la meditación pero no saben cómo hacerlo. Realmente creo que es una práctica que aporta beneficios adaptados a las necesidades de cada individuo, y es una manera eficaz de mejorar nuestra calidad de vida (coste bajo, esfuerzo moderado y generosos resultados).
Una de las intenciones de la meditación es enseñarnos a concentrar y dirigir nuestra atención. Esto se puede hacer de maneras muy diversas. De hecho, aunque no seamos conscientes de ello, con atención concentrada es como hemos aprendido casi todo lo que sabemos. En definitiva, la meditación implica una educación de la atención y por ende es un proceso de aprendizaje. Una manera sencilla de verlo y comprenderlo: meditar es educar nuestra atención.
Para ejercitar el músculo de la atención solemos elegir objetos en los que concentrarnos, como cuando vamos a estudiar. Para aprender algo no nos ponemos veinte libros abiertos delante sino que elegimos un libro, una página y un lugar por el que empezar a leer. Así como podemos estudiar materias muy variadas, podemos elegir diferentes objetos para entrenar la atención.
Otra idea general y necesaria que me ayudará a explicar mi propuesta: todos queremos disfrutar mientras vivimos, aprendemos y asumimos desafíos. Encontrar alegrías en el camino es una buena fórmula para mantener constancia y compromiso ¡sobre todo en proyectos de larga duración!
Desde mi experiencia, el yoga ofrece un paisaje muy fértil para disfrutar del camino a la vez que nos preparamos para la práctica de la meditación. Observando el mundo en el que vivimos parece que para muchos de nosotros es más fácil movernos que estar quietos sin ningún estímulo. Detenernos de golpe para sentarnos y meditar puede ser muy brusco o desconcertante y, sin embargo, es factible prepararnos para meditar mientras nos movemos y aprendemos a prestar atención al movimiento.
Este es un extracto de una conversación típica cuando surge el tema de la meditación en un entorno de personas que nunca la han practicado. Y es normal, cuando no tenemos experiencia directa de algo, es muy fácil caer en ideas preconcebidas y juzgar por las apariencias.
Cuando escuchamos hablar de meditación puede que imaginemos a una persona sentada con los ojos cerrados y semblante de serenidad ¡qué imagen tan idílica! Y tan lejana a la vez... La realidad es que todas las personas que se sientan a meditar saben perfectamente que no siempre es cómodo ni fácil pero que los beneficios que aporta bien merecen el esfuerzo. Con el tiempo, la meditación se convierte en un lugar de descanso. Pero esto lleva práctica y paciencia.
Me interesa mucho llegar a las personas que les gustaría introducirse en la meditación pero no saben cómo hacerlo. Realmente creo que es una práctica que aporta beneficios adaptados a las necesidades de cada individuo, y es una manera eficaz de mejorar nuestra calidad de vida (coste bajo, esfuerzo moderado y generosos resultados).
Una de las intenciones de la meditación es enseñarnos a concentrar y dirigir nuestra atención. Esto se puede hacer de maneras muy diversas. De hecho, aunque no seamos conscientes de ello, con atención concentrada es como hemos aprendido casi todo lo que sabemos. En definitiva, la meditación implica una educación de la atención y por ende es un proceso de aprendizaje. Una manera sencilla de verlo y comprenderlo: meditar es educar nuestra atención.
Para ejercitar el músculo de la atención solemos elegir objetos en los que concentrarnos, como cuando vamos a estudiar. Para aprender algo no nos ponemos veinte libros abiertos delante sino que elegimos un libro, una página y un lugar por el que empezar a leer. Así como podemos estudiar materias muy variadas, podemos elegir diferentes objetos para entrenar la atención.
Otra idea general y necesaria que me ayudará a explicar mi propuesta: todos queremos disfrutar mientras vivimos, aprendemos y asumimos desafíos. Encontrar alegrías en el camino es una buena fórmula para mantener constancia y compromiso ¡sobre todo en proyectos de larga duración!
Desde mi experiencia, el yoga ofrece un paisaje muy fértil para disfrutar del camino a la vez que nos preparamos para la práctica de la meditación. Observando el mundo en el que vivimos parece que para muchos de nosotros es más fácil movernos que estar quietos sin ningún estímulo. Detenernos de golpe para sentarnos y meditar puede ser muy brusco o desconcertante y, sin embargo, es factible prepararnos para meditar mientras nos movemos y aprendemos a prestar atención al movimiento.
La práctica física de yoga ofrece un paisaje corporal en el que tiene tanta importancia el cuerpo como la intención de estar atentos. Al movernos de manera fluida, estimulando nuestra vitalidad, empezamos a sentirnos más cómodos en nuestro propio elemento. Entonces, poco a poco, la respiración, las posturas mantenidas y las sensaciones se convierten en focos de observación. Bajo este prisma, el yoga es una meditación (en movimiento) puesto que es un ejercicio que implica dirigir nuestra atención. En este panorama, el flujo respiratorio es nuestro gran tesoro. Si aseguramos su continuidad y estabilidad damos ancla y soporte a la práctica.
En nuestro mundo contemporáneo es una bendición encontrar una práctica que estimule el cuerpo y refine la mente. El sedentarismo y el estrés son lugares comunes de nuestra sociedad.
Casi todos necesitamos movernos más, descansar de la actividad mental y desconectar de los estímulos externos excesivos. No tenemos mucho tiempo ni tantas oportunidades para cultivar actividad física y desarrollar quietud mental en un mismo contexto. Por eso hoy en día se habla tanto sobre los beneficios de meditar y practicar yoga, y por eso son cada día más las personas que eligen hacerlo. Necesitamos respuestas creativas a nuestros desafíos culturales.
A menudo asumimos que la meditación es una herramienta exclusivamente para relajarnos, liberar estrés y aclarar la mente. Y frecuentemente es así. Pero también podemos usar la meditación como un medio para experimentar nuevas maneras de relacionarnos con nosotros mismos, incluso cuando estamos incómodos. La práctica de yoga ofrece situaciones razonablemente incómodas en las que podemos aprender a sentir el cuerpo a base de prestarle atención.
Me gusta mucho cómo el yoga integra metáforas y mensajes para todos. Por ejemplo, cuando practicamos posturas no siempre podemos elegir las sensaciones del cuerpo ni nuestras reacciones emocionales y mentales. Si decidimos prestar atención a la experiencia globalmente y no sólo a las resistencias conseguimos transformar un impulso de huida en una experiencia de presencia. Y, quizás también, hemos aprendido a observar más y reaccionar menos.
En el yoga, como en la vida, encontraremos retos que nos obligarán a desarrollar equilibrio, serenidad, paciencia y escucha activa. Gracias a esto ya no asociaremos nuestra libertad a un ideal de perfección. Hemos comprobado que podemos sentir satisfacción y alegría aún cuando el viento no sopla a favor.
Y, quién sabe, quizás después podamos y queramos sentarnos en silencio a disfrutar del placer de la quietud interior. ¿Suena bien? Pues está en nuestras manos, o mejor dicho ¡está en nuestro cuerpo! Respira, muévete y observa. Bienvenido a tu hogar.
Pincha aquí para ver la clase online: Mindful Vinyasa con Diana Naya
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