lunes, 30 de julio de 2012

El triunfo del ser es la comprensión de su naturaleza

Siendo triunfo: felicidad. Siendo naturaleza: lo real (¡permanente!).
Inicio este escrito con apariencia conceptual, pero quiero compartir algo simple como la mar. La mar de simple.
Conste que esto no es para animar ni desanimar en vuestras rutinas, es el acto sencillo y muy sincero de compartir mi experiencia, mi mundivivencia de la existencia a través de mi cuerpo, mente y demases aspectos.

Siempre pensé que los momentos de claridad, así como la evolución de mi conciencia fina, estarían completamente relacionados con las horas invertidas en meditación y prácticas varias contemplativas de índole holística.
La senda del yoga regala múltiples fórmulas para que cada ser humano, atendiendo a su patrón mental, fisiológico y emocional, no pierda la oportunidad de elevarse y realizarse. Siendo, en este contexto, realizarse lo mismo que triunfo: la experiencia de felicidad, sentido y plenitud.

Estaba pues recordando cuál pensaba yo que era la vía para los estados de claridad. Unos cálculos locos sobre horas y resultados. Sin embargo, no puedo sostener ya estas creencias que eran casi fórmulas matemáticas.

Pues no existe en mi vida una relación inequívoca y unívoca entre tiempo de práctica, y estado mental. Actualmente, es determinante el matiz del pensamiento en el que me ubico a lo largo del día; mi capacidad para la contemplación mientras como, trabajo, hablo y pienso.

Siempre hemos escuchado que es fundamental que nuestra práctica se plasme en cada minuto y en cada acción pero como no siempre lo conseguimos... ¡insistimos en sadhanas* tortuosas y eternas para compensarlo!

Ningún proceso humano terrenal o espiritual que no vaya acompañado de gozo puede generar triunfo. Siendo gozo, en este conexto, presencia.

Pongo un ejemplo. Me levanto a las 6 de la mañana. Me aseo, hago una serie de asanas, seguida de pranayama, meditación y relajación. Dos horas después he terminado. Son las 8 de la mañana. Me siento bien. Me pienso maravillosa.
Salgo a la calle y observo el mundo. Con una leve pero indudable sonrisa de superioridad me dirijo a mis labores. 
Aquí está la clave. Hice mi práctica, pero no hubo yoga. Estas dos horas ¡han alimentado mi ego y no mi espíritu! ¿Valdría menos si me hubiera levantado a las 7:55 y hubiera salido a la calle sintiéndome una más?

Si nuestra práctica nos hace sentirnos diferentes, superiores, inferiores, más valientes, talentosos, hacendosos o puros que el resto ¡hay que refinarla!
Me encanta, en este sentido, lo que dice Eckhart Tolle. En el momento que captas en ti un sentimiento de inferioridad o de superioridad, puedes estar seguro de que el origen es el ego.

Algunos días, desde que abro los ojos, sé que todo está bien, que estoy completa. Comprendo mi naturaleza, y la dicha se apodera de mi.
No me requiere ningún esfuerzo.
Los yoguis, a esto, lo llamaron yoga**.

Dicho esto ¡no dejéis de meditar un ratito cada día! 
Por gustito... Por si acaso... 

* práctica
** yoga se suele traducir como unión