Cuando hice mi primera formación en yoga, en Austria,
experimenté el poder de la voz. O más bien, los poderes. Incluso mejor ¡los súper
poderes!
En esta formación se le dedicaba mucho tiempo al día a los cantos devocionales.
En esta formación se le dedicaba mucho tiempo al día a los cantos devocionales.
Yo nunca había practicado esta forma de yoga (bhakti) y los muros y conjuros de mi
personalidad se retorcían con cada mantra escuchado. Al principio me negué
internamente a cantar. Eramos 80
personas, así que no se percibía mi ausencia. No había que compartirlo,
simplemente escuchaba. Me parecía ridículo (ahora se que la opinión surgía del
centro de operaciones lógicas de mi amada y funcional mente); cantar en un
idioma que no entendía, con cara de inocente felicidad, de manera gregaria y
dirigida.
Desesperada, un día hice un cómputo del tiempo que se le
dedicaba a cantar y descubrí el origen de mi tedio ¡2 horas cantando mantras
cada día! Tomé la decisión de cantar para que se me pasaran más rápido. La
acción disipa la bruma espesa de la espera, y sube el ánimo. Así que, textos
sánscritos en ristre, abrí mi boca
y me uní al evento.
El nudo en mi garganta se me hizo palpable desde el primer
segundo ¡me dolía cantar! Recordé aquella ocasión en la que a pleno pulmón
cantaba en el coche y mi padre me dijo “Cantas tan mal como yo". Y me di cuenta
de que no había vuelto a cantar desde entonces. Bueno, no a pleno pulmón y
liberada. Quizás sí en mi adolescencia de cantautores e ídolos del pop-rock.
Con mi nudo en la garganta seguí cantando dos horas al día
durante todo el mes que duró la formación. El dolor se fue disipando, y mi
corazón se fue relajando. De fondo, más ligera, la mente juzgaba de manera más
suave el evento musical devocional. Al cabo del mes había algo en mi lleno de
vitalidad ¡había recuperado el espacio de mi garganta y había descubierto el
poder sanador de la voz!
Pasados unos poquitos años me quedé embarazada de Uma. Y, desde
que estaba en la tripa, le canté. Me inventaba canciones, llenas de inocencia y
sugerencias sobre la vida… Las cantaba en la ducha… Y seguía cantando mantras…
Cuando nació la princesa convertimos en banda sonora de
nuestra vida (como dice Tote King) los mantras de Snatam Kaur, grande mujer de
los cantos del Kundalini Yoga. Y yo seguía inventando canciones para el bebé
fuera de la tripa… Cuánto más cantaba más me daba cuenta de que las palabras
que ponía en canción, se hacían realidad, si las repetía mucho. Por ejemplo
cantaba que algo se curaba o cambiaba, y si lo repetía durante suficiente
tiempo, la realidad se iba transformando al son de las palabras creadas y
enlazadas desde la fe y el juego.
Todo esto se ha mantenido siempre en la intimidad de la
familia. Hoy quiero compartirlo porque quizás inspire a alguien. Cuando me
quedé embarazada de Siam creé una canción-mantra en la que hablaba de cómo
crecía dentro de la tripa, con qué cualidades, y cómo era su nacimiento.
Sabiendo el poder de esta oración musical, fui muy precisa en lo que quería que
ocurriera, y cómo nos íbamos a sentir todos. También la llené de
agradecimientos.
Hoy puedo declarar de nuevo: el yoga me regaló mi voz.
Y me regaló la capacidad de usarla para crear milagros. Siam
nació, hace 38 días, tal cual decía su canción; en casa, en familia, con pasión, ternura y placer.
Os he dejado este relato y esta receta para que
experimentéis… Y no dejéis que la mente piense que hay que tener buena voz para
todo esto. Sólo buen corazón (todos lo tenemos), poco sentido del ridículo, un
poquito de creatividad y ¡saber reír!…
Os canto para que este año nuevo esté lleno de súper
poderes, un poquito de devoción, un poquito de canción, un poquito de pasión…
¡un cocktail de amor y prosperidad!
* Un apunte científico… Desde la neurociencia moderna se
demostró que los niños aprenden mejor las cosas cantadas, y la comunicación
musical les hace comprender de manera más sencilla. Por ejemplo si nos
enfadamos con nuestro hijo o hija, es buena idea decirle lo que queremos de él de manera
musical. Una idea (imaginad melodía): “No me gusta mi amor que dejes
tuuuuuuus cositas sin recoger. Graciassssssss por recogerlo ahooooooora”.
Aunque parezca tonto ¿por qué no probarlo?