sábado, 4 de julio de 2015

Despacito, despacito... voy entendiendo...

       Cuando empecé con las clases privadas pensé que eran un espacio al cual ciertas personas podían acceder y otras no, casi como un privilegio de clase. Y que no había más diferencia que la atención personalizada, la flexibilidad, la asistencia a domicilio, el precio...


      Pasan los días dibujando años, los años dibujando mi experiencia, mi experiencia dibujando mi conciencia. Y cada día me gusta más la enseñanza personalizada, a medida, de tú-a-tú.
Porque me fundo en mi interior, y al integrarme me despliego al servicio de la persona que tengo enfrente.
Y experimento toda mi sabiduría surgir, como si mis ancestros me hablaran y mis conocimientos cantaran... ¡y mi creatividad hace poemas!

Esos poemas son la receta única que sirvo en mi restaurante de amor y yoga. Que no pasa por encima de ningún órgano ni músculo, sino que honra el pasado, el presente y el futuro del cuerpo que en mi espacio se sumerge, con duda o certeza, pero atrevido.

Esta manera cercana e íntima de enseñar es una oda a la vida y al cuidado que nos podemos poner los unos a los otros. 

Enseñar yoga para mi es enseñar a los demás a amarse. 

Lo hacemos a través del cuerpo, con su maravilloso rango de movimientos y formas. 
A través de la respiración, con su lenguage sútil y poderoso, lleno de inteligencia. 
A través de la palabra, educándonos y culturizándonos en aspectos humanos: filosofía, ética, conciencia, antropología, psicología, neurociencia, física cuántica...
Y también... ¡a través del juego, la broma, la risa! 

Y, sobretodo, sin prisa...

      En un encuentro privado se da intimidad, aunque no se hable. La de dos cuerpos reconociéndose y dos almas conociéndose. Una habla y la otra escucha. En esa escucha surge la compresión de los aspectos atascados y estancados, que pueden entonces tratarse y mecerse al son de la anatomía y la ley de la energía vital.

El fin último es llegar a liberarnos de hábitos y creencias que interrumpen el paseo natural hacia la salud y la felicidad. Nada más, y NADA MENOS.

Por todo esto, y cada día más, me animo y nos amino a todos a buscar la intimidad y la cercanía con quien nos inspire, para empaparnos de esa dosis extra de fuerza que nos permite dar el salto... ¡al desconocido abismo de nuestra belleza!