jueves, 6 de agosto de 2015

El arte de las transiciones

      Hoy quiero hablar y escribir sobre la elegancia.

Todos queremos ser elegantes, a nuestra manera. 
Algunos se concentran en su apariencia, otros en sus palabras, otros en su profesionalidad. 
Incluso algunos no lo hacen conscientemente, pero todos desean sobresalir o destacar por algún arte concreto y su manera de ejecutarlo.

En la práctica del yoga nos puede ayudar incorporar este concepto de elegancia, aplicado al movimiento, lento o rápido, del cuerpo y la respiración.

      Intuyo una poesía corporal en la cual no hay ruidos, sobresaltos ni jadeos.
Cuando práctico observo el espacio que me lleva de un lugar a otro, en el espacio, y me gusta invitar a quién esté a mi vera a lo mismo.

¿De qué sirve llegar a un lugar o postura si en el camino perdí la elegancia, el placer y la paciencia?
¿Para qué tanto esfuerzo en ser buenas personas si en los cambios de la vida nos enfadamos con todos y con todo?¿Cuán profunda es nuestra alegría si la perdemos 20 veces al día?

      La elegancia ayuda a profundizar. Al ir despacio y atentos a la belleza y delicadeza de nuestros movimientos aumentamos la observación de lo propio y lo ajeno, para entrar en máxima sintonía con ambas cosas.

Las transiciones en yoga son la puerta para agrandar y alargar las cualidades que lleva asociada la elegancia: la respuesta adecuada, el respeto verdadero, la curiosidad inocente y necesaria.


Hay que nutrir esas cualidades y no perderlas nunca, manteniendo la serenidad, el espíritu zen, la observación, la ligereza y la risa.

       He observado en mi una mejora sustancial para experimentar paz en las transiciones de la vida. Y creo que eso se basa en la experiencia de que las cosas siempre salen bien. La confianza retroalimenta la confianza, hasta que se convierte en certeza. Certeza en la incertidumbre.

Cuando la transición (ese espacio que nos lleva de un lugar a otro, de una acción a otra, de una etapa  de nuestra vida a la siguiente) falla es porque se interponen el miedo, la duda o la prisa.

Éstos también surgen en las posturas de yoga y en nuestra meditación.
A veces nos esforzamos de más, pretendiendo acallarlos. O nos rendimos antes de tiempo, vencidos por ellos.

El miedo, la duda y la prisa son estados naturales que trae la naturaleza de vivir, se alojan en los instintos y los condicionamientos. Cómo los superamos es el arte de cada uno.

    Os invito a observar qué sentido le dais al trayecto que os lleva de un sitio a otro, a la respiración que os lleva de una postura a la siguiente. 

De verás, sin refranes ni frenos, se trata de vivir el presente y el camino. Sin olvidar el destino, con un propósito tenaz y una visión sostenida, cultivando la alegría desde mucho antes de llegar.

En la esterilla reducir el ruido al apoyarnos y la respiración tensa o forzada, invitando al tiempo a detenerse, puede transformarlo todo.

Bienvenidos al mindful yoga, a la mindful life ¡la vida llena de presencia!