Hoy quiero hablar de ese idea de que no debemos forzar en nuestras posturas de yoga.
Pero qué arriesgado es usar la palabra forzar, pues cada uno la interpreta al gusto de sus memorias y su mundo simbólico.
Ante esta idea algunos se vuelven laxos sin ponerle vida ni respiración a las posturas, quizás con la mente dispersa. Otro se ofenden ¿qué es eso de no esforzarse? ¡yo vine aquí a demostrar mis fortalezas!
Pero no forzar significa que no imponemos violencia a la experiencia de la asana.
Ni violencia física (causando dolor a cualquier zona de nuestro cuerpo) ni violencia mental cultivando pensamientos críticos y juicios duros sobre nuestras habilidades, ni violencia emocional (cualquier estado en el que no haya amor y compasión).

Una práctica avanzada de yoga es la que se desarrolla en un estado elevado. Ese estado se percibe, pero no se ve.
Desde el punto de vista fisiológico tiene sentido cultivar estos estados centrados, relajados y apasionados puesto que quizás podamos conducir nuestras ondas cerebrales a un ritmo en el cual el aprendizaje se da de manera espontánea y creadora de realidad.
Por eso al principio de una práctica nos sentamos a observar la respiración y traer una intención. Así nos recordamos la necesidad de saber por qué y para qué hacemos estos encuentros a través del cuerpo con este lenguaje divino que es el yoga.
La gratitud es la emoción que genera un campo electromagnético más potente en el cuerpo, según algunos científicos. Una buena manera de empezar y acabar cada práctica es bañarnos en esa emoción a nivel celular. Que cada momento sea único y poderoso está en nuestros manos.
Yo ya me estoy remangando....