No tengo respuesta ni idea clara al respecto pero me interesa mucho el tema. Así que vengo con algunas reflexiones interiores que espero nos sirvan para compartir el orden y desorden de los conceptos, abriendo camino en la jungla de la conciencia y del pensamiento.
Observando he descubierto que hay algo que es previo a la intención. Y eso es la atención. Lo quiero poner con mayúsculas: LA ATENCIÓN. Esta palabra no significa peligro ni cuidado. Representa un estado interior en el cual las nubes se han despejado y la ventana por la que miramos al mundo es amplia y nítida.
La atención determina la precisión con la que estamos recibiendo la información del mundo exterior y del mundo interior. Los fenómenos que nos rodean pueden ser recibidos desde una mente educada y entrenada, o en el caos de ropa sucia y calcetines mojados de nuestro pensamiento caótico. Nuestras sensaciones interiores (intuición y curiosidad, sobre todo) pueden llegarnos alto y claro, o no poder atravesar el canal polvoriento y abandonado de la escucha interna. Hay que poner las cosas en orden, eso es inevitable, para que la atención gobierne en nuestro reino.
Si la atención precede a la intención, significa que la conciencia precede al pensamiento. La conciencia se expande, contemplando y concibiendo todas las posibilidades. Y entonces la intención se clarifica, dirigiéndose a las acciones que cubren el propósito primario de la vida. Ese propósito es estar presentes y ayudar con nuestro amor a que el mundo siga sanando, sonando, sintiendo y sirviendo, para el bien de todos.
La atención se entrena, es el músculo invisible más potente de nuestro cuerpo. Cuando este músculo está fuerte y flexible aparece el verdadero carisma, una sinergia electromagnética que surge de nosotros, afectándolo todo. Este carisma es el que da la verdadera belleza; no caduca y no depende de cremas, fechas o títulos.
¿Cómo entrenamos la atención? Primero, tomando distancia y anclando nuestra sensibilidad en el espacio del corazón. Segundo, recordando nuestros valores profundos personales (honestidad, servicio, compromiso,...), poniéndolos al timón de nuestro velero. Tercero, pausando al sentirnos distraídos o despistados por nuestra locura colectiva, cultivando silencio y pasión por la vida.

En nuestra práctica de yoga físico podemos recordar que el cuerpo y sus formas son herramientas y que también se pueden llenar de corazón, valores, silencio y pasión.
Seguimos navegando, gracias por el viento suave y vibrante que ponéis en mi vida.