miércoles, 12 de abril de 2017

Atención e intención

      Sobre las buenas intenciones se construyen muchas cosas: naciones, familias, negocios e incluso vidas espirituales. Y, aún así, sus acciones y resultados a veces no acaban de brillar con pura luz y éxito integral. 

No tengo respuesta ni idea clara al respecto pero me interesa mucho el tema. Así que vengo con algunas reflexiones interiores que espero nos sirvan para compartir el orden y desorden de los conceptos, abriendo camino en la jungla de la conciencia y del pensamiento.

     Observando he descubierto que hay algo que es previo a la intención. Y eso es la atención. Lo quiero poner con mayúsculas: LA ATENCIÓN. Esta palabra no significa peligro ni cuidado. Representa un estado interior en el cual las nubes se han despejado y la ventana por la que miramos al mundo es amplia y nítida

La atención determina la precisión con la que estamos recibiendo la información del mundo exterior y del mundo interior. Los fenómenos que nos rodean pueden ser recibidos desde una mente educada y entrenada, o en el caos de ropa sucia y calcetines mojados de nuestro pensamiento caótico. Nuestras sensaciones interiores (intuición y curiosidad, sobre todo) pueden llegarnos alto y claro, o no poder atravesar el canal polvoriento y abandonado de la escucha interna. Hay que poner las cosas en orden, eso es inevitable, para que la atención gobierne en nuestro reino.

      Si la atención precede a la intención, significa que la conciencia precede al pensamiento. La conciencia se expande, contemplando y concibiendo todas las posibilidades. Y entonces la intención se clarifica, dirigiéndose a las acciones que cubren el propósito primario de la vida. Ese propósito es estar presentes y ayudar con nuestro amor a que el mundo siga sanando, sonando, sintiendo y sirviendo, para el bien de todos.

     La atención se entrena, es el músculo invisible más potente de nuestro cuerpo. Cuando este músculo está fuerte y flexible aparece el verdadero carisma, una sinergia electromagnética que surge de nosotros, afectándolo todo. Este carisma es el que da la verdadera belleza; no caduca y no depende de cremas, fechas o títulos.

¿Cómo entrenamos la atención? Primero, tomando distancia y anclando nuestra sensibilidad en el espacio del corazón. Segundo, recordando nuestros valores profundos personales (honestidad, servicio, compromiso,...), poniéndolos al timón de nuestro velero. Tercero, pausando al sentirnos distraídos o despistados por nuestra locura colectiva, cultivando silencio y pasión por la vida.


     En nuestra práctica de yoga físico podemos recordar que el cuerpo y sus formas son herramientas y que también se pueden llenar de corazón, valores, silencio y pasión.

Seguimos navegando, gracias por el viento suave y vibrante que ponéis en mi vida.