domingo, 23 de abril de 2017

Distancias largas

      No es en las distancias cortas que podemos medir el resultado de nuestras acciones. Algunas cosas menores sí dan buena información en las distancias cortas: olores, sabores y palabras de las personas que nos rodean.

Sin embargo, en el gran paisaje de lo que vamos escribiendo cada día, hemos de reunir un poco de paciencia sabia para aguantar el tirón que es necesario, hasta que vemos el primer brote de esa pequeña o gran decisión que tomamos.

     Esto me lo han demostrado muchas cosas, pero especialmente la maternidad. De hecho, en las distancias cortas de la noble tarea de cuidar cachorros, a menudo lo que se ve es lo contrario de lo que será. Un niño que llora porque no recibe un dulce o exactamente lo que quiere en el momento que lo quiere, pero recibe una sonrisa amable, una palabra clara, un valor o una conciencia de si mismo, en los años que siguen a ese evento dará muestras claras de cada cosa que se hizo pensando en las distancias largas.

     Para mi la vida es una carrera de fondo. Pienso más en mi muerte que en el día de mañana. Esto hay que explicarlo. Cuando tomo decisiones, pienso más en cómo se sentirán los resultados de esas decisiones cuando me tumbe para despedirme de mi cuerpo, mis memorias y mis seres queridos. Quizás mañana se sentiría bien algo que en el largo plazo no tiene sentido, y es bueno darse cuenta a tiempo.

Más ejemplos. Si mi cuerpo se siente cansado tengo la posibilidad de elegir atajos que me permitirían atravesar de manera mediocre el día: atender superficialmente mis tareas, echarme una siesta en vez de estar con mis niños, apresurarme sobre unos apuntes o un email, quejarme o mascullar,... Quizás al día siguiente estaría algo más descansada, y aún no percibiría el pequeño reguero de desastres o chapuzas que he dejado a mis espaldas. Si este tipo de actitud la repito con frecuencia, estabilizo ese reguero de desastres hasta vivir en una catarata de infortunios, malas suertes incomprensibles y experiencias incompletas.

     La realidad es que la impecabilidad luce en el largo plazo, sobre todo. Lo impecable es lo contrario de lo mediocre. Lo impecable no tiene pereza, ni piensa en el camino corto. Lo impecable mira más allá del propio hombro, girando su cabeza trescientos sesenta grados, visitando su propia vida y el mundo que le rodea.

Lo impecable no siempre cae bien, a nosotros o a los demás, pero acaba brillando. Se ve, por ejemplo, en la diferencia entre una asana apresurada, de respiración entrecortada con jadeos y empujones, y una asana que bascula sobre si misma, encontrando pesos y respiración al son de la piel y las formas que dibuja.

¿Qué es lo impecable? Algo que se siente muy bien en todas las capas que nos forman: cuerpo, energía, mente, intelecto y espíritu. Por eso, cada capa ha de ser honrada, estimulada y cuidada.

     Según el yoga estas cinco capas son cuerpos dentro del cuerpo y merecen su propia higiene y su propio deporte. La mente no se entrena con las mismas herramientas que el cuerpo o el alma.

¿Cuántos de estos cuerpos estamos cuidando? Son muchos ¡lo sé! Ya cuidar de uno parece que da mucho trabajo.

     En realidad estos cuerpos están ligados los unos a los otros. Si el cuerpo físico está sano la energía fluye mejor. Si practicamos la compasión y el servicio (alimentando al alma), la mente está más ordenada y el intelecto claro y nítido. Basta con saber que los cinco cuerpos existen, y que somos todos ellos (el que veo, el cuerpo físico, y los que no, la energía vital, la mente, el intelecto y el alma).

Me gusta la idea de que si nos vamos a identificar con alguno ¡elijamos el más refinado! Cojamos alfombra roja para que pase nuestra capa de sabiduría, la más fina y elegante, la que sabe todo sin presumir ni comparar. Esta capa se activa con acciones de bondad pura (servicio desinteresado), entre otras cosas. 

Esto se va poniendo calentito, porque ahora llega el momento en el que digo, afirmo, y grito ¡la belleza es un fruto de larga duración que brota lentamente y florece al final de nuestra vida para que podamos ver el reflejo de nuestra cosecha!


      Sé que la vejez no está bien considerada, y menos definida en la palabra belleza. Se siente algo triste cuando la nombramos o vemos. Sin embargo, existe la longevidad; una energía que inspira  motivación e ilusión. La vejez mira atrás pensando en lo que no hizo, la longevidad mira hacia delante deseando reencontrarse con los frutos de sus acciones amorosas y bondadosas.

Esta es la diferencia entre las distancias cortas y las distancias largas ¡ojalá la recordemos siempre!



*Ilustración Denis Carrier