Vivo fascinada por la ciencia. No por la ciencia de científicos solamente, inasequible para los que no nos hemos formado en estas disciplinas. Me refiero a la ciencia que muchos científicos están desvelando, en términos relativamente comprensibles, y que se acerca a las grandes ideas de la mística y la espiritualidad (confluyendo en que existe un campo unificado de información, que ni siquiera es un campo porque no tiene limites, invisible al ojo pero inherente a la energía, que lo conecta todo).
En este contexto las cuestiones tomadas por la neurociencia y la física cuántica, para explicar cómo afectamos a la realidad con nuestros pensamientos y emociones, me apasionan especialmente.
Cuando estaba en el colegio todos los tests psicológicos de aptitudes me predecían grandes cualidades en el área de la ciencia. Sin embargo, decidí orientarme hacia letras y acabé estudiando Sociología. Llegué muy lejos pero en el último curso decidí empezar mi carrera en el mundo de la moda. Inicialmente se me auguraban dones y talento en el área de dirección y logística, sin embargo decidí meter un pie en el departamento de diseño. Se me dio bien, en términos de espíritu creativo y motivación por ser genuina, aunque siete años después me sentía pérdida y ajena a mi verdad.
En ese momento, más desesperada que inspirada, decidí formarme como profesora de yoga. Más para saber que para hacer saber a los demás.
Accidente tras accidente me encontré enseñando en diversos lugares lo muy poco que sabía de yoga, y lo no poco que sabía de mi misma y del viaje hacia el interior. Han pasado diez años, y sigo sintiendo que sé poco de yoga (tan vasta es esta ciencia, que me pierdo en sus horizontes, feliz de encontrarme en sus raíces para sostenerme). Estudiando, enseñando y escuchando he comprendido que la esencia del yoga es la realización (palabra poco comercial para nosotros, que significa en realidad plenitud, unión, verdad o felicidad).
Sirva esto para recordar que el yoga es herramienta y no objetivo. Como dice el padre Thomas Keating: "El viaje espiritual no existe, porque Dios está dentro". Este hombre es uno de los principales maestros de oración contemplativa en la tradición cristiana. Escucharle es emocionante y liberador. Me siento cercana a su mensaje.
Renovemos nuestras perspectivas. Quizás no hay ningún lugar a dónde ir, porque aquí en este momento es dónde se encuentra nuestro viaje y nuestra felicidad. Quizás nada exterior puede darnos la sabiduría y felicidad que nos da sentir la fuerza y la magia que se despliega desde dentro. Esa magia no compite ni se compara, porque es igual para todos y existe en todo.
Cuando este mensaje es captado por nuestras células, y además viene la ciencia a decirnos que esta conexión es real, que esta matriz es real, que este todo es real ¿no os parece que podemos postrarnos ante nuestras cualidades sean cuales sean? ¿No os parece que es natural tener talentos de todo tipo sin faltar a nada?
Quizás especializarse en una sola cosa es dejar de lado esa versatilidad natural. Tradicionalmente, los sabios no eran sabios de una cosa y tontos de los demás. El erudito, está feliz de aprender de todo, y de ser letra y número a la vez, flor y león, cabeza y pies, corazón y cerebro. Yo, me siento así. Me siento de colores, de olores, de sabores, de sonidos y de tacto. Y, más allá de mis cinco sentidos, me siento universo, creación, Dios, vida, luz, fuente y dimensiones.
¿Por qué ponernos límites si la ciencia ya nos está diciendo que no los hay?