sábado, 29 de julio de 2017

Enseñanza Inspirada (II): Metáforas

      Sigo caminando apasionada por este territorio que he querido llamar Enseñanza Inspirada. El propósito fundamental de esto no es que os caséis con mis ideas, sino que reflexionemos juntos y amemos las diferencias. Crear contenido e indagar en la naturaleza humana es, desde mi punto de vista, un impulso natural de todo profesor. De hecho, quizás es la llama más ardiente que podemos llegar a sentir. El buen profesor no es el que más sabe, sino el que más interés tiene en la comunicación humana, y el que más pasión siente en el compartir. Necesitamos buenos profesores. Gente valiente, sencilla y deseosa de emprender las renuncias que implica la maravillosa tarea de representar un conocimiento o una ciencia. No debemos preocuparnos de cuanto sabemos, pues el conocimiento es infinito, sino de cuánto hemos integrado y comprendido, y desde ese lugar lanzarnos a compartir esa parte que se ha hecho real en nosotros.

El tema de hoy me encanta, cada día uso estas ideas para que las luces y las sombras que todo alumno y profesor deben atravesar resulten útiles y positivas. Vamos allá...

METÁFORAS EN LA ESTERILLA

      La esterilla es una metáfora, y cada postura también. Cómo resolvemos nuestros conflictos en la esterilla ayudará a los alumnos a resolver los suyos desde el mismo lugar. Si nos sentimos y comunicamos con amabilidad, aprecio y claridad creamos en nosotros mismos una fisiología coherente, que sirve de modelo y de nueva realidad para los que nos rodean. La integridad es un elemento fundamental, más que hacer y decir, hemos de ser lo que queremos transmitir. Sólo podemos compartir con los demás los principios que regulan nuestra propia vida. Podemos pedir compromiso, si lo tenemos nosotros. Podemos pedir pasión, si nosotros la tenemos. Podemos pedir desapego, si nosotros lo practicamos. Podemos enseñar cómo navegar en una esterilla, si sabemos dirigir la nuestra.

      La gran comprensión que aspiramos a crear en nuestra práctica de yoga ha de permear al resto de los ámbitos, superando y desbordando la pequeña vida en nuestra esterilla. Es la gran vida más allá de la esterilla la que queremos refinar, purificar, alegrar y descubrir. Cuando olvidamos que la esterilla es una metáfora podemos caer en apego a lo que ocurre cuando la usamos. Cuando pensamos que lo que hacemos en la esterilla empieza y acaba en este limitado territorio fragmentamos la práctica, rompiendo su continuidad natural. Lo más interesante ocurre ante nuestro propios ojos cuando en una postura desafiante eludimos el esfuerzo o nos frustramos. Esto significa que estamos haciendo lo mismo fuera de la esterilla. Entonces empezamos a ver ese espacio tan reducido como el gran espacio para el entrenamiento de nuestras virtudes en un contexto seguro y protegido. Quizás si supero en la esterilla el miedo a caerme (incluye el miedo a que los demás me vean caerme), supere también el miedo a asumir riesgos necesarios para mi crecimiento o prosperidad. No hemos venido a este espacio a lucirnos, sino a descubrirnos. No importa nada lo que los demás opinen de nuestro viaje o nuestro vehículo, importa mucho cuánto nos impregnamos de las verdades que vamos encontrando, y cuánto estamos dispuestos a comprometernos honestamente con ellas.

     En esta metáfora, como profesores, hemos de saber que estamos entrenando nuestra capacidad para empatizar, comunicar y acercarnos a los demás. Si jugamos a ser importantes le quitamos importancia a la valentía y determinación que trajo a los alumnos a nuestro espacio. Más que ser estupendos, hemos de ser reales. Entrenando nuestra verdad y honestidad en la esterilla, cuando salgamos de ella podremos seguir iluminando el mundo con nuestra humilde humanidad. 

      En algún momento se difundió la idea de que el yoga era para relajarse, y eso hace que algunos practicantes inicien la experiencia con expectativa de muchas sensaciones agradables. Las sensaciones agradables están aseguradas, pero no vienen solas. En la esterilla podemos recorrer todos los colores y sabores de la vida real, y es así como está planeado que ocurra; lo incómodo, lo fácil, lo conocido, lo desconocido, la pasión, el miedo, el orgullo, la vergüenza, el placer, el esfuerzo,… Sin embargo, así como no nos servirá de nada ser duros con la vida, no debemos traer dureza a la esterilla. Aceptamos la dureza, pero no la promovemos. Aceptamos el esfuerzo, pero no lo forzamos. Practicamos amabilidad y determinación a la vez, y salimos volando hacia el espacio sideral inspirados por la gran visión de nuestro pequeño universo interior. 

¿No sería precioso que pudiéramos transmitir todo esta riqueza y esta belleza cuando enseñamos?  ¿Querríamos quitarle a alguien el placer que surge del esfuerzo de superar sus propias limitaciones? ¿Querríamos esconder que cuanto más valientes y transparentes somos más nos sostiene la vida? 

Propongo que digamos la verdad de esta metáfora que es la esterilla, del encuentro sagrado que supone, y de la frustración humana que podemos encontrar. Y que compartamos que en esta diversidad ocurre el milagro: la unión de nuestras partes, la unión del mundo interior con el exterior. Esto se llama yoga y no tiene final.

Seguimos navegando juntos hasta el siguiente encuentro.
Gracias por vuestra escucha.