sábado, 27 de octubre de 2018

Fragilidad y estrés: buenas noticias

      Le he dedicado mucho tiempo a escribir mis reflexiones en Instagram y hace mucho que no escribo aquí. Las reflexiones breves fortalecen mis conexiones con la inspiración a modo de semilla o de esencia. En varios párrafos consigo expresar ideas, impresiones, perspectivas y sugerencias sobre esta manera de vivir que yo llamo “La vida despierta”, que es la base de mi ofrenda a la enseñanza de yoga. Eso es lo que me ofrece Instagram, pero a la vez se vuelve cómodo y fácil. Por eso, y otros gozos, no quiero abandonar esta espacio del blog que me pide tiempo y atención. ¡Así que hoy me regalo el tiempo de profundizar en esencias!

      La vida despierta asume que estamos en este mundo con todos los sentidos abiertos, los internos y los externos. De los sentidos externos extraemos información sobre las señales del mundo exterior. De los sentidos internos recibimos interpretación de esas señales y sabiduría interior, así como información de las cosas no visibles que nos rodean. Si estamos despiertos estamos conectados con las fuentes de esos sentidos. 

Para mi el cuerpo es herramienta, fuente y metáfora al mismo nivel. Cuando hacemos asanas (posturas de yoga) estamos estimulando el cuerpo para que sea más eficiente y esté lo más saludable posible (entre muchas otras cosas). En definitiva, el asana pretende optimizar la salud física, repercutiendo también en los estados emocionales y mentales. Esto ocurre gracias a una activación fisiológica a través de la respiración y la aplicación intencional de tensiones y presiones corporales.

Por eso siempre me gusta sugerir, cuando enseño, que lo que estamos experimentando como esfuerzo es el mayor regalo que le hacemos a la herramienta (el cuerpo), ya que aporta un tipo de estrés que necesitamos para vivir y prosperar.

      Como siempre, es cuestión de puntos medios. Desde luego, no queremos vivir en un cuerpo frágil. La fragilidad puede venir por falta de uso, por mal uso o por abuso. Para nuestra vida despierta aspiramos a cultivar la "antifragilidad". Ésta es una cualidad que nos permite estar fuertes y resistentes, así como flexibles y adaptativos. Podemos cultivarla reconociendo en qué areas estamos más frágiles y empezando a ofrecer estrés moderado y dirigido a esas áreas (sean físicas, mentales, emocionales o espirituales).

Frente a la idea tradicional de que algo débil o enfermo debe ser puesto a reposo, surge la idea de que en muchos casos es mucho más recomendable ofrecer a las áreas debilitadas un nivel de estrés apropiado que impulse su regeneración y vitalización. Vivimos en un tipo de cuerpo que expuesto a quietud o comodidad en exceso se desvitaliza, enferma y pierde habilidades. Eso lo sabemos todos. Así como es recomendable descansar en casos de fatiga, está comprobado que una buena estimulación a través de un paseo, una clase de yoga o deporte moderado suele hacer que mejoren las  condiciones físicas, emocionales y mentales, más que en reposo.

      Nuestro cerebro también se beneficia de que lo expongamos a ciertos niveles de estrés (el aprendizaje es uno de ellos). Nuestra tendencia neurológica siempre es a elegir el camino de menos resistencia (volver a casa por el mismo camino, quedar con los amigos que conocemos, ir a nuestro restaurante favorito, etc.). Así como esas cosas que generan rutina y ritmo son muy necesarias para darnos un contenedor de seguridad y protección, en exceso debilitan la creatividad puesto que no nos exponemos a posibilidades y visiones nuevas.

Así pues, para cultivar esta cualidad antifrágil (o resiliente) podemos renombrar y redefinir nuestra visión del estrés. El estrés, en su justa medida, es necesario, positivo y saludable. El estrés, en su grado adecuado, es fuente de inspiración, creatividad y renovación. Este idea no me la invento, la ciencia ha dado dos nombres diferentes al estrés para diferenciar la modalidad patológica y negativa de la parte positiva: eustrés (positivo) y distrés (negativo).

      Ahora podemos hacernos la pregunta ¿le estoy ofreciendo a mi cuerpo y a mi cerebro el grado necesario de estrés para mantenerlos vivos, jóvenes e inspirados? Quizás tras esta pregunta surja una reflexión que reoriente nuestras elecciones. Quizás elegiremos los domingos salir a pasear o a estar en la naturaleza en vez de ver la tele o priorizar actividades pasivas. Quizás elegiremos hacer nuestra propia comida en vez de comer en un restaurante (el estímulo que provocamos teniendo que pensar qué cocinamos, cómo lo cocinamos y tocando los ingredientes con nuestras manos supera al acto rutinario de sentarnos y pedir comida). Incluiremos quizás en nuestra selección de comportamientos y hábitos estudiar y leer de manera activa con intención de aprender, probaremos a  volver a casa por un camino nuevo, quedaremos con esa persona nueva que nos ha inspirado en vez de los amigos de siempre, etc. 

Para no malinterpretar estos conceptos hemos de evitar confundir buscar el estímulo adecuado con sobre-estimularnos comportándonos de manera errática. Buscamos un camino de reflexión y curiosidad, no de dispersión e impulsividad.

¡Espero haberos estresado un poquito con estas reflexiones! Me alegra que nos encontremos por aquí de nuevo.




* Ilustración Craigio Hopson 
** Para las reflexiones breves en Instagram (en inglés) podéis conectaros conmigo a través de @samyamayogaibiza