sábado, 29 de diciembre de 2018

Enseñanza Inspirada (X): Pedagogía y ética: relaciones íntimas

      No penséis que este artículo será solemne o denso ¡por favor! Afortunadamente, más allá de las palabras está el sentido que les damos juntos. Y esto las hace hermosas. Reflexionar no ha de ser aburrido (el aburrimiento sólo es falta de atención). Reflexionar sobre grandes temas es rico, genera diversidad y respeto a la diversidad que ya existe. Bueno, vamos a por ello. Prometo ir al grano con esta gran temática.

¡Qué mala fama tiene la palabra ética en algunos contextos! Suena seria, solemne, purista, restringida, limitante. Suena a eso que me impide hacer cosas que me apetecen porque me obliga a pensar en el bien común,  e incluso en el mal. Y pedagogía. Bueno, no suena tan mal. Suena a método, a transmisión intencionada de conocimiento, a ciencia y a arte. Para este artículo he querido juntarlas, unirlas, casarlas, para hablar de las dos como si fueran una unidad de expresión humana. Para el contexto de hoy lo necesitamos.

      Para los que enseñamos es posible pensar que existe una fórmula ideal para contar eso que sabemos y queremos compartir. Y que esa fórmula será eficiente y nos permitirá alcanzar nuestros objetivos. Esto tiene que ver con la pedagogía, se ocupa de metodología y de educación, y de ella derivan fórmulas y métodos. 

Sin embargo, más allá de la fórmula lo que realmente pesa en la relación estudiante-profesor es la calidad humana que trae el profesor al contexto educativo a través de su presencia y su sabiduría. Casi todos recordamos asignaturas que nos han fascinado en nuestra juventud gracias a algún profesor inspirado que hemos encontrado. Casi siempre cuando profundizamos nos damos cuenta de que más allá del tema que ese profesor enseñaba nos fascinó su pasión, su presencia, su ecuanimidad, su discernimiento o su manera de comunicarse. La realidad es que nos gustó la persona que contaba esas cosas y cómo las contaba, y por ende eso que nos contaba nos resultó más apasionante o interesante que lo demás. ¡La fuente del discurso resultó ser más poderosa aún que el discurso!

      El comportamiento de una persona está regido por sus valores y su ética personal. Puede estar relacionado con su sabiduría o conocimiento pero no hay una relación directa entre conocimiento y ética ¡muy a mi pesar! Existen personas muy sencillas con un gran sentido de la ética, y personas muy cultivadas con poca ética. Y, por supuesto, a la inversa también. 

La lógica diría que una persona cultivada puede llegar a tener una mayor visión de sí misma y del mundo, comprendiendo las interrelaciones que lo conectan todo. Siguiendo este razonamiento pensaríamos quizás que las personas cultivadas tienden a desarrollar comportamientos más éticos. Pero no es así. 

       La ética es un sentimiento y los sentimientos no saben de lógica. La ética tiene que ver con cómo sentimos y vivimos la vida (bien de manera instintiva, de manera refinada, o un poco de ambas).

La ética implica que vivimos nuestra vida pensando tanto en nosotros como en los demás, que tenemos conciencia de que nuestras acciones, palabras y pensamientos afectan a todo lo que nos rodea. Gracias a nuestra ética somos conscientes de nuestro impacto y regulamos nuestra presencia en el mundo. 

Como profesores hemos de saber que nuestra pedagogía y nuestro sentido ético van de la mano. Así como deseamos mejorar nuestras herramientas para transmitir de manera más efectiva, hemos de depurar y cultivar nuestro sentido de la ética para que coopere en la creación de carisma que esperamos de un buen profesor. 

      El carisma no tiene nada que ver con el protagonismo y la arrogancia; el carisma emerge de la coherencia con la que un profesor impregna su contenido y su comunicación. Cuando enseñamos activamos respuestas de imitación en los alumnos. El conocimiento y la inspiración que permean en el estudiante lo hacen a través de lo que decimos, cómo lo decimos, lo que hacemos y cómo lo hacemos. En definitiva ¡impactamos en el otro con lo que somos!

Por eso un buen profesor tiene la responsabilidad personal de hacer su trabajo interior a la vez que desarrolla su trabajo en el mundo; dedicándole tiempo a ordenar sus valores y asegurándose de que impregna su enseñanza de bondad, verdad, belleza y pureza.

¿Cómo puede un profesor hacer este trabajo interior? Os dejo para hoy tres ideas para empezar a trabajar y profundizar… Hay muchas más puertas, muchos más caminos, muchas más maneras de explicarlo.

  • Toma conciencia de tu desarrollo personal y tu responsabilidad en términos de tu labor social como creador de cultura y valores. Se puede ser feliz sin por ello olvidar las cosas importantes de la vida, la ligereza vital viene de tener el trabajo bien hecho, no de eludirlo. 
  • Revisa principios espirituales y leyes naturales para traerlos a tu vida cotidiana y a tu trabajo. Tradiciones y culturas de todos los tiempos han reflexionado sobre cómo vivir en sintonía con el alma y con el entorno, no es una casualidad. Meditar, escuchar, leer textos de sabiduría. Busca esos lugares y personas que ya poseen o han desarrollado ese estilo interior que, guiados por el corazón, son capaces de dirigir a la mente hacia sus talentos y dones.
  • Cultiva satva (pureza) en tu comunicación, marketing y relaciones profesionales. No es labor del profesor convencer ni atraer a sus alumnos, ni siquiera fidelizarlos. La tarea del profesor es cultivar su conocimiento, sus valores y su práctica. El resto es consecuencia de esto. Ciertamente, queremos compartir lo que sabemos hacer y lo que ofrecemos, y para eso hemos de usar los medios de comunicación. Sin embargo, no sirve de nada embellecerlo de más, decorarlo para impresionar o darle excesiva importancia. La belleza emana de aquel que ha conquistado su interior. Como dice Stephen R. Covey “No hay victoria pública que no venga precedida de una victoria privada”.

      Por todo esto considero que es tan importante cultivar al método y el conocimiento, como lo es cultivar el corazón y el pensamiento. Tan importante es pensar en lo que me beneficia, como pensar en lo que beneficia a los demás. Tan importante es que yo pueda contar lo que quiero, como que tú puedas aprender lo que quieres. Tan importante es que mis éxitos me sirvan a mi, como que yo te pueda servir a ti en los tuyos. 

Así pues, desde aquí le deseo dulce vida al matrimonio de la ciencia de la educación con la ciencia del corazón. Larga vida y manos unidas a nuestra pedagogía y nuestra ética, para que puedan intimar y caminar juntas. Con todo esto espero que profundizar en este tema os despeje la azotea y os aligere el corazón. Deseo que os den ganas de navegar, remar, mover las velas y gozar del viaje empujados por la suave brisa de la vida inspirada y despierta. 

Como siempre, gracias, gracias, gracias.





* ¡Y ya vamos por el décimo artículo de esta serie!

Si no habéis leído los anteriores aquí os dejo los links:













* Ilustración Nick Ogonosky