martes, 13 de noviembre de 2012

En el campo las cosas se ensucian más, y el alma se limpia

Desde que empecé a estudiar yoga he leído, escuchado y recibido consejo en torno a lo maravilloso que es dejar que el cuerpo se sintonice con los ritmos de la naturaleza (fundamentalmente solares, también estacionales).

Muchos, como yo, habéis vivido en la ciudad, y encontrareis bastante broma en la recomendación de cenar a las 6 y estar antes de las 10 durmiendo.
Los seguidores de la medicina china también acompañarán esta recomendación , pues entre las 10pm y las 3am se produce la mayor parte de labor regenerativa del organismo ¿Qué significa que nos acostemos, por ejemplo, a las 12? Pues, nada más y nada menos, que el hígado no dispone de su tiempo de regeneración (según los horarios que dispone el ayurveda para cada órgano). La verdad, es que se hace desalentador el pronóstico. Y el estrés se apodera de las labores cotidianas, pues no alcanzamos nuestros retos saludables, con el riesgo además de parecer muy retro con nuestros hábitos e intenciones. Socialmente marginales.  Las tiendas cierran a las 11 de la noche en el peor de los casos, y a las 9 en el mejor. Ese es nuestro habitat.

Yo he estado al borde de la neurosis con este temita;. volviendo loca a mi familia porque estabamos en el polo de la salud, en el contrario, claro. 
Si hubiera seguido en la ciudad mi neurosis habría seguido habitándome.
He aquí esta maravillosa oportunidad presente de vivir en plena naturaleza, sin luces cercanas, sin carreteras transitadas ¡¡¡tremendamente aburrida pensaréis!!! Como me decía una amiga: "espero que tanta paz te siente bien".
Pues la verdad, me sienta. No sé si muy bien, que ya es etiquetarlo. Pero me sienta, a la medida de mi cuerpo y de mi mente. 
Me despierto justo antes de que amanezca, sin despertador, plena de energía y dispuesta a practicar (a veces sola, a veces con mi hija Uma al lomo como un gatito). En este estado el alma sólo puede limpiarse, self-service.

El yoga habla de retirar el velo de la ignorancia. A mi, sin embargo, me ayuda mucho verlo todo desde la ignorancia. Así me siento más libre, pues si no sé qué es lo correcto, tampoco incurro en lo incorrecto.
Y en esa ignorancia en la que dejo que las cosas se hagan, se hace un hueco inmenso, casi una morada, para que la naturaleza reine a través de mi cuerpo. 
Y sí, en el campo hay más polvo. Entran bichitos en casa, y hay que barrer todo el rato.