No nos hemos parado a hacer balance. Pero al observar nuestro amor y respeto mutuo hemos quedado muy agradecidos del camino que hacemos juntos. Porque en las familias, así como en las personas individualmente, existe un propósito (el dharma familiar). Cuando éste se descubre, y se comparte, la unidad se extiende con su energía libre, beneficiando a toda la tribu y a la comunidad. Y las sensaciones y la memoria siempre son de alegría y misterio. Misterio. El que surge de reconocer la incertidumbre permanente y real; nuestra vida material en el mundo de maya (o ilusión).
Observando ese teatro de maya, con la conciencia despierta y los sentidos sensibles se descubre el telón (el velo, como se dice en el yoga) y queda expresada la realidad última: todos somos Uno, no hay espacio para la lucha ¡ni dentro, ni fuera!
Os dejo algo que me recuerda esto, y que es mi regalo hoy para Uma y para nosotros. Con momentos agradables e incómodos, como nuestra meditación.
Como de cualquier cosa de la vida, quédate con lo que te inspire. Una imagen, un sonido, un silencio...
* Arriba foto de la princesa Uma y yo misma en la postura besodepiesasana.